La fotografía como decoración

PILAR DEL CAMPO PUERTA
(Ponencia presentada en las 13 Jornadas FOTODOC.  22 de noviembre 2018)

La fotografía, como todos sabemos, es una bella forma de guardar los recuerdos. Pero hagamos unas reflexiones previas antes de entrar de lleno en el tema que nos ocupa.



Primero: Con las nuevas tecnologías, los dispositivos móviles y las muchas aplicaciones, una imagen puede ser captada y transformada a gustos particulares; de tal modo, que una misma fotografía pueda tener varias versiones de forma inmediata.

Segundo: En la mayoría de las ocasiones pasamos por la vida cotidiana sin fijarnos en nuestro alrededor. Es decir, si lo más normal de cada día es tomarse un café cerca del lugar de trabajo o estudio, cuando vamos solos lo que solemos hacer es mirar el móvil, tal vez para hacernos un selfi, decorarlo y mandarlo a las redes sociales;  o bien, cuando ya tenemos el desayuno sobre la mesa hacerle una foto, decorarla a nuestro gusto, añadir una leyenda y vuelta a las redes sociales.  Algo similar ocurre cuando vamos acompañados, porque también hacemos la foto del grupo para enviarla al resto de colegas, y de paso seguir llenado la memoria del dispositivo móvil hasta que nos avise de liberar espacio y entonces, adiós a muchas fotos que no han sido previamente guardadas. Eso sin ser catastrofistas, pues aún es peor cuando decimos: “he perdido el móvil y he perdido las fotos”.

Por tanto, puede afirmarse que la fotografía de hoy es efímera e incluso puede cuestionarse el valor que el propio usuario hace de la toma de imágenes. Aunque siempre hay casos excepcionales.

Tercero: Además de ser un documento de estudio la fotografía, es un objeto decorativo. En cualquier estancia a la que se tenga un apego especial las fotografías están presentes: hogares, centros académicos, centros de trabajo, espacios de ocio, estaciones de metro, cafés y restaurantes… como es el caso de “La Blanca Doble” que sirve de ejemplo para este trabajo.

“La Blanca Doble” es un café sito en barrio de Chamberí, en la calle Santísima Trinidad número 6, entrada a chaflán con la calle Viriato, con una antigüedad de más de treinta años y regentado por D. Alfredo Corrales.

“La Blanca Doble” toma su nombre de la homónima revista musical en dos actos, estrenada en el Teatro de La Latina el 5 de abril de 1947 con libreto de Enrique Paradas y Joaquín Jiménez y música del maestro Jacinto Guerrero[1]. Con posterioridad, los descendientes de Guerrero tuvieron a bien regalar a Corrales un recuerdo del compositor: la reproducción de la partitura de Martierra[2] publicada en la revista Estampa[3], que enmarcada, preside el café y forma parte de una extensa colección de imágenes.

Para la decoración del citado Café siempre estuvo en la idea de su dueño crear un ambiente a lo “años veinte” del siglo XX y eso incluía, además del mobiliario, suelos, techos y la uniformidad de los empleados con chalecos de pata de gallo “blanquinegros” a modo de “pichis madrileños”; para las paredes lo mejor eran las fotografías buscadas, sobre todo, en las revistas Blanco y Negro[4], siendo de su interés la primera etapa hasta 1939, y Mundo gráfico[5]. Revistas adquiridas para el coleccionismo en España, Cuba y Venezuela -según Corrales.

Las estampas elegidas por Corrales para decorar tienen como características que:


- Todas las imágenes son en blanco y negro (salvo una pequeñísima excepción a color)
 Podemos dividirlas en varios grupos:
a.  Los dibujos (planos, caricaturas, figurines, anuncios, viñetas…).
b. Las fotografía originales
c. Las reproducciones fotográficas.
d. Las que son complemento de un texto.
e. Las que son solo imagen de persona, objeto o lugar.

La mayoría tienen marcos en forma ovalada de distintos tamaños y colores, que van del dorado a la madera clara u oscura, con una estudiada disposición sobre la pared, hasta alcanzar la armonía perfecta. Salvo una pequeña selección que por sus características tienen forma cuadrada o rectangular.

En cuanto a la temática podemos encontrar: anuncios, eventos y agrupaciones deportivas, motivos taurinos, diseños de moda, fotos familiares, grupos de personas… Algunas fotos son donaciones de clientes, otras son recuerdos dedicados y algunas del propio entorno personal. Pero lo cierto es que cada una de ellas conserva su historia particular.

Más que conclusiones, para terminar, podríamos dar varias recomendaciones:

Primera: Sería conveniente detenerse en las cientos de imágenes -ilustración o fotografía- que ambientan las paredes de “La Blanca Doble”  (que en realidad son dos establecimientos: el ya citado y otro en la calle Vallehermoso 66 , ambos con idéntico estilo y decoración, con unos 700 cuadros en total, muchos conservados fuera de la vista de los clientes)  pues según cuenta Corrales, una vez leídas las publicaciones, y recortado lo que considera de interés como motivo de decoración, el ejemplar mútilo vuelve a guardarse en su espacio dentro de la colección de revistas.

Segunda: Sería interesante poder hacer una recopilación de la información que las paredes con olor a café y tostada ofrecen a través de la idea de un entusiasta del coleccionismo gráfico, pues es una lástima que iniciativas como ésta de decoraciones especiales, con materiales especiales, cargadas de valor documental, queden en meras anécdotas y a merced de futuros traspasos donde los sucesores pueden encontrarse con el problema de no saber qué hacer con ellos despreciando su verdadera valía.
Hay que tener en cuenta que, este caso como en otros muchos, el valor decorativo de la fotografía alcance hasta lo archivístico y patrimonial.

Tercera: Con la creencia de que el contenido fotográfico-decorativo de los centros de ocio no puede, ni debe, pasarnos inadvertidos, reconozcamos el mérito de las personas que están detrás. Sin saberlo pueden haber convertido su entretenimiento personal en algo que trascienda para las generaciones futuras, por ello, con el asesoramiento adecuado sobre el trato y la conservación de los documentos gráficos, podrá quedar un legado perfecto. Ahí entra la labor de los documentalistas. No cuesta nada interesarse por el trabajo de los demás y establecer relaciones de colaboración llegado el momento.

Cuarta: Para quienes no conozcan “La Blanca Doble” ahora es el momento, por eso, se añade una  breve selección fotográfica de la exposición:


No se puede pasar por alto que más allá de lo que exhiben sus paredes “La Blanca Doble” es también un centro de intercambio de libros: me llevo uno y dejo otro. Otra brillante iniciativa de Corrales para hacer de su Café un pequeño centro abierto a la cultura, máxime cuando está muy próximo a la Biblioteca Pública Central ahora denominada Biblioteca Pública José Luis San Pedro. 

Como quinta recomendación está visitar “La Blanca Doble” para contemplar las imágenes -dibujos y fotografías- de sus paredes y tener una charla con su dueño y coleccionista gráfico como primera fuente de información fiable sobre la exposición.

Con este breve trabajo queda abierto un espacio para la investigación de los futuros profesionales de la información y la documentación, pues con el esfuerzo de todos se puede llegar a otros trabajos más extensos e interesantes. Ya no solo del local-exposición tantas veces mencionado, sino de cualquier espacio donde la fotografía esté presente a modo de decoración. Es seguro que los resultados serán sorprendentes.

Para terminar, damos nuestro más sincero agradecimiento a D. Alfredo Corrales impulsor de “La Blanca Doble” a D. Manuel Mezquita, encargado, y a todo el personal por su amable atención.



[1] Jacinto Guerrero Torres (Ajofrín, 16 de agosto de 1895-Madrid, 15 de septiembre de1951).

[2] Martierra es una zarzuela en tres actos, con libreto de Alfonso Hernández Catalá y música del maestro Jacinto Guerrero. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 28 de septiembre de 1928.

[3] Estampa fue una revista cultural española de tirada semanal, cuyo primer número fue publicado el 3 de enero de 1928. Numerosos fueron los fotógrafos que publicaron en sus páginas: Adróver, Vidal, Walken, Antsa, Contreras, Vilaseca, Zarco, Zapata, Mena, Cervera, Luque, Calvache (retratos), Álvaro (deportes) o Badosa (Barcelona), junto a los principales reporteros gráficos de provincias. Su principal humorista fue Sirio y contó con los mejores dibujantes del momento para sus páginas literarias, infantiles y de humor: Ximénez Herráiz, Roberto, Penagos, Baldrich, Téllez, Fresno, Echea o K-Hito. Y entre sus colaboradores literarios se encuentran César González Ruano, Francisco Coves, Matilde Muñoz, Ernesto López Parra, José Díez Morales, Francisco Martínez Corvalán o Carlos Vela Jerezano. Fuente: Hemeroteca digital de la Biblioteca Digital Hispánica.

[4] Blanco y Negro fue fundada por Torcuato Luca de Tena en 1891. “La revista tuvo una primera etapa con más contenidos literarios y recreativos y un mayor número de dibujos, pero pronto publicará su primera fotografía (una vista de San Sebastián), el 11 de octubre de 1891, y la primera por el sistema fotográfico directo (un retrato de José Echegaray), el siete de enero de 1893, que inaugura su sección Fotografías íntimas, incorporando también una sección de Actualidades gráficas el 21 de octubre de ese mismo año. Al mismo tiempo, empezaron también a proliferar fotos en sus portadas, así como a incorporar el reportaje fotográfico, siendo el semanario que “abrió la puerta a la difusión de la fotografía” (Sánchez Vigil: 2008). En 1897 ya utiliza varias tintas de color en su tipografía y, el 29 de junio de ese año, aparecerá su primera portada en color (tricomía). El 11 de febrero de 1912, publica la primera foto en color en la historia de la prensa española (el retrato de estudio de una campesina), y el doce de mayo la titulada La primera lección (el de un violinista), ambas de Joaquín Fungairiño. A partir de 1921 distribuirá junto a sus entregas –que ya son de 24 páginas- láminas en color, y cuatro años después introduce el huecograbado, alcanzando sus entregas casi el centenar de páginas en 1929”. “Sus primeras fotografías estaban firmadas por Campañy, Lafora o Arpa. A estos le siguieron Parrondo, Alba, Zegrí y Duque, además de corresponsales en provincias, como Serrano (Sevilla), Blanco (La Coruña), Espiga (Bilbao) o Brangulí (Barcelona), a los que se sumaron Alfonso, Bixio, Masana, Vidal y Calvache, y los corresponsales Espiga (Bilbao), Serrano y Dubois (Sevilla) y Barberá (Valencia). Sánchez Vigil (2008) indica que su primer fotógrafo en plantilla fue Manuel Asenjo Pérez (1870-1960)”. Fuente: Hemeroteca digital de la Biblioteca Digital Hispánica.

[5] Mundo gráfico, publicada entre 1911 y 1938. “Contó con fotógrafos corresponsales en las provincias españolas, como Federico Ballell (1864-1951), en Barcelona; los Pérez Romero, en Sevilla, o Francisco Gómez Durán, en Valencia, y además de los ya citados, publicaron otros como Alejandro Merletti (1860-1943), José María Díaz Casariego (1897-1967), Fernando López Beaubé, Antonio Prats, Pascual Rey, Diego Calvache, Serrano Quiles, Salazar, y el ilustrador Manuel Bayo Marín (1908-1953), entre otros”. Fuente: Hemeroteca digital de la Biblioteca Digital Hispánica.


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